martes, 28 de enero de 2020

FALSEDAD


Hay valores grabados a fuego.
Arraigados con el tiempo.
De los que nunca relegó.
Y orgulloso me siento.

Da la cara y ven de frente.
Cómo van los verdaderos.
No te escondas en la gente.
Para los golpes certeros.

Y aunque me partan la cara.
Y aunque me doblen yelmo.
Iré de frente granuja.
A decirte lo que pienso.

Escóndete no salgas,
Mira a otro lado y pasa,
Que, aunque la rodilla me dobles.
No podrás con mi alma.©Fer


jueves, 22 de diciembre de 2016

Piel desnuda bajo mis labios.
Pliegues enredados en mi lengua.
Escalofríos que estremecen tu cuerpo.
Sabores que inundan mi boca.
Humedad manifiesta de placer.
Que colma mi pasión. ©Fer


lunes, 19 de diciembre de 2016

Pasa, no te engañes tu sola.
Las veces que has reprimido tu pasión.
El deseo recorre tu cuerpo.
Imaginas mis labios con los tuyos.
Las manos recorriendo tu piel.
De pensarlo te excitas.
En la soledad de tu cama.

Sacias tu calentura. ©Fer

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Aquella mujer era como un polvorín, amante apasionada y experta felatriz, la más mínima chispa hacia prender la mecha que detonaba su fuego interno. Nos conocimos en una paella que organizaron unos amigos en su chalet.
     Llegue con tiempo de sobra para ayudar a preparar todo, allí era como uno más de la familia. Encendimos la barbacoa y fuimos colocando las mesas y sillas en el jardín, el día de finales de primavera era espectacular. Una vez todo preparado y a la espera de la llegada de la gente nos sentamos a tomar algo en los amplios sofás del porche.
     Poco a poco fueron llegando los amigos, el buen ambiente se hacía palpable entre todos, las bromas y risas iban salpicando los diferentes corrillos que se fueron formando. Encontrándome en uno de estos, sentí una mano que agarraba mi brazo por detrás mientras que la voz de Maca, la anfitriona, reclamaba nuestra atención para presentarnos a alguien.
-          Mi prima Fanny.
     Era una mujer elegante, alta, morena, ancha de huesos, ojos penetrantes, sonrisa cautivadora, pechos generosos, caderas insinuantes y piernas largas. El conjunto era arrebatador, lo que se suele decir en mi pueblo “Una mujer de bandera” Tras las presentaciones de rigor y al acercar mi cara para darle dos besos, el aroma de su perfume llego a mis papilas olfativas, aquella emanación de la mezcla de la colonia y su piel me perturbo.
     Se unió animosamente a la conversación, que no era nada trascendental. Sin querer manifestar la atracción que me había provocado, dirigí varias miradas furtivas para analizarla más en profundidad. Al poco tiempo se marchó para seguir saludando a la demás gente. Comimos cada uno en una punta de la mesa, sin poder llegar a tener ningún contacto.
     Como era costumbre la reunión duro hasta bien entrada la noche. Yo me quedaba a dormir allí, así no tenía que coger el coche después de beber. La gente se fue marchando quedándonos solamente los 3 hermanos dueños de la casa con sus respectivos, ella y yo. Fanny vivía a dos minutos andando. Sin prisas por recoger, ya lo haríamos al día siguiente con ayuda del servicio, nos fuimos a tomar la penúltima al salón de la televisión.  Me ofrecí rápidamente a acompañar a Fanny a su casa, aunque aquella urbanización era un remanso de paz y estaba bien custodiada, no eran horas de dejarla ir sola.  
     El paseo que era corto, se trasformó en lento y pausado, nos íbamos parando continuamente para poner énfasis en la conversación. No sé el tiempo que pasamos en la puerta de su casa, pero, aunque fue mucho a mi me resulto corto. Tras darnos los teléfonos, nos dimos un abrazo y dos besos para despedirnos.
     Le llame un par de veces esa semana, las conversaciones fueron largas y entretenidas. Quedamos para comer el sábado, iríamos a Sepúlveda a visitar las Hoces y a comer asado, así aprovechaba también para ver a mis amigos de Casa Paulino. Tenía el plan hecho, aquella zona la conozco bien y se lo que hay que visitar.
     Le pasé a buscar a la hora indicada, aquellos besos me supieron distintos, su mirada tenía un brillo que no había observado la vez anterior y sentí cierto grado de complicidad más intensa. El viaje discurrió entre una amena charla y miradas insinuantes. Sin querer, nos rozamos varias veces las manos al buscar el tabaco en la consola central.
     Llegamos a Riaza, tomamos café en Casaquemada y dimos un paseo por su plaza empedrada. Subimos a la Emita de la Virgen de Hontanares, enclavada en la falda de la sierra y entre un espeso robledal, aparece como una visión el edificio blanco. Estando cerrada dimos un paseo hasta el mirador de Piedras Llanas, desde donde se tiene una magnifica visión del territorio de la Comunidad Villa y Tierra de Sepúlveda. El viento en aquel saliente siempre sopla, y aunque el día era magnifico, refrescando la temperatura. Ella se arrimó pegando su cuerpo al mío mientras mi brazo pasaba por encima de los hombros. Estuvimos un rato contemplando las vistas en silencio, sin decir nada dimos medía vuelta, con paso lento y sin separarnos volvimos hacia el coche.  
     Al llegar y sin poder frenar aquel impulso, gire su cuerpo, mire sus ojos y roce sus labios con los míos. Tras unos instantes de mirarnos fijamente, nuestros cuerpos se juntaron y las bocas se fundieron en un beso profundo. Subimos al coche y fuimos en silencio un buen rato, a pesar de su reacción me quedaba cierta duda. El cruce de un corzo por delante del auto fue el detonante para volver a tener una charla normal. Busque su mano y entrelazamos nuestros dedos.
     Balbi y Cholo se llevaron una grata alegría al verme entrar por la puerta del restaurante. Nos conocimos en París de la forma más insólita y dese entonces mantenemos una entrañable amistad. Nos dieron una mesa en el mirador y de comer como a marqueses. Las miradas y el roce de las manos eran continuo, no podía ser cierto aquello tan maravilloso.  Nos despedimos de mis amigos después de una amena sobremesa con ellos.
     Bajamos a San Frutos, ermita situada en uno de los salientes de las Hoces. Los besos se iban haciendo cada vez más intensos, los roces de nuestros cuerpos pasionales. Los buitres sobrevolaban nuestras cabezas a muy baja altura, aprovechando las corrientes que se forman en las laderas y ofreciendo un espectáculo digno. Tuvimos que calmarnos, el apasionamiento en nuestras caricias apoyados contra el coche empezaba a rayar lo obsceno. Sin pensarlo le pregunte:
-          ¿Te apetece desayunar en Santander?
Y respondiendo de la misma forma contesto:
-          Donde tú quieras.
     Llegamos a Santander sobre las 10 de la noche, en el camino habíamos parado en una gasolinera a coger algunas cosas básicas de aseo. Lo primero fue ir al Hotel Real a ver si tenían habitación y una vez asegurado el alojamiento nos fuimos a picar algo a la zona del Cañadío. No sé si por el cansancio acumulado o por la excitación de ambos no nos entretuvimos en tomar una copa, fue saciar nuestros estómagos y marcharnos para el hotel.
     Nada más traspasar la puerta de la habitación vivimos una escena de lo más tórrida. Entre besos y caricias las ropas fueron desapareciendo de nuestros cuerpos, casi a trompicones acabaron nuestros cuerpos desnudos bajo la ducha, cada uno buscaba las partes erógenas del otro, lentamente bajo lamiendo mi cuello, el pecho, mordisqueo los pezones, introdujo la lengua en el ombligo, besos mis ingles y sin ningún remilgo sus labios y boca me recogieron. Trastabillado me apoye contra la pared dejándome llevar por semejante maestría.
    
     Como lobo herido tuve el firme propósito de devolver todo el placer recibido. Tumbada en la cama bocarriba acaricie su cuerpo lentamente, las yemas de mis dedos rozaban levemente su piel. Arranqué un gemido al pellizcar de improviso la dureza de sus pezones, se estremeció por completo al notar mi lengua bajando por sus muslos hasta sus pies, convertí su dedo gordo en un caramelo para mi boca. Separo sus piernas levemente, avance entre ellas hasta encontrarme de cara con la suavidad de su monte de Venus depilado, sus manos agarraron fuertemente las sábanas y arqueo su cuerpo al sentir mis labios juntarse con los suyos. No detuve mis caricias hasta hacer brotar el mejor néctar de aquel delicado manantial.
     Pasamos la noche entera y el día siguiente sin salir de la habitación, nuestros juegos solo se detenían para picar algo, que pedimos al servicio de habitaciones, y por alguna cabezada rápida. El olor a tabaco y feromonas inundaban la habitación como el campo de batalla huele a pólvora.  Desde aquel día nuestros encuentros fueron esporádicos, húmedos y excitantes, la imaginación se veía desbordada en cada cita llegando a tener sexo en lugares inverosímiles.

     Todo termino cuando se casó y se marchó a vivir a los EEUU. Aunque han trascurridos bastantes años desde aquello, no puedo olvidar de mi mente y casi sentir en mi cuerpo las sensaciones producidas por aquella mujer. ©Fer

martes, 22 de noviembre de 2016

Las dudas se apoderan de mi cuando estas a mi lado.
No sé si besarte o hacer lo que estoy haciendo.
El tacto de tu piel en mi mente está grabado.
El calor de tu mirada está mi pasión meciendo.
Sueño con tenerte entre mis brazos.
Mirarte a los ojos y besar tu cuello.
Que nuestros brazos formen lazos.
Para vivir momento bello.
Dame una pista de que hacer.
Los sentidos tengo nublados.
Quiero saciar este menester.
No quiero sentirme negado.
Equivocándome al hacer.

Lo que tengo pensado. ©Fer
Te encorvaste como una gata al sentir el roce de mis dedos.
Cerraste los ojos y un escalofrío recorrió tu espalda.
Un ronroneo salido de tu garganta.
Tus labios se entreabrieron en espera de los míos.
Mi índice jugo con la comisura de tu boca.
Acaricie tu cuerpo por encima de la ropa.
No querías ver, solamente sentir el calor de mis manos.
Se unieron nuestros labios entrelazando las lenguas.
En cascada broto el deseo de nuestros adentros.
El roce de las pieles desnudas nos trastorno.
Al hacernos uno llegamos al cielo.
No hubo noción ni tiempo.

Fue una noche de pasión que perdurara en el recuerdo. ©Fer

lunes, 21 de noviembre de 2016

     Aquel verano estaba siendo como otros muchos, terminábamos el colegio y nos íbamos mi abuela, mi hermano y yo al pueblo. Era una aldea castellana, unas pocas casas de piedra y adobe en la falda de la sierra, calles sin asfaltar y alumbrado precario que consistía en una bombilla en las esquinas. Labradores y pastores configuraban su escasa población, que veían rota la tranquilidad en la que vivían con la llegada de los “veraneantes”.  Esta plaga eran todos descendientes de las diferentes familias, aunque se nos considerada casi como forasteros.
     Para los chavales aquello era el paraíso, hacíamos una vida salvaje, los únicos horarios que teníamos marcados eran los de las comidas, el resto del tiempo era un no parar en hacer todo tipo de actividades, montar en bici, jugar al frontón, futbol… y alguna más que si nos pillaran ahora los ecologistas iríamos a la cárcel directamente. Pero aquella monotonía se vería rota ese año.
     Era un día caluroso de finales de Julio, la mañana la pasamos montando en bicicleta por los diferentes caminos de piedra llegando a casa a la hora de comer. Daba gusto entrar en la casa y sentir el frescor que tenía, los gruesos muros de piedra no dejaban pasar el calor. Nos acabábamos de sentar a la mesa cuando un rumor en la calle se hacía cada vez más creciente, salimos a ver qué pasaba, unos gritos desoladores se escuchaban de lejos y se veía a gente correr calle arriba. Al pasar La Claudia le pregunto mi abuela  y con la cara descompuesta y casi sin aliento respondió:
     -El Señorito ha aparecido muerto.
     Don Crisóstomo Parra Parra más conocido en el pueblo como “El Señorito”. Descendía de la familia más acomodada, sus antepasados se habían trasladado a Madrid donde tenían una librería y una editorial además de otros negocios. Él por problemas de salud, tenía un asma muy pronunciada, se trasladó a vivir al pueblo, los aires serranos le beneficiaban. Vivía en una casa solariega a las afueras del pueblo y pocas veces se le veía salir de ella. Las veces que lo hacía era montando en su antiguo Citroen 11CV, una preciosa antigüedad, para ir al médico a Madrid.
     Recuerdo haber visitado la casa algunos años después de su muerte, fue para ayudar a las monjas a sacar algunos enseres.  Ya que no tenía descendencia, ni familiares cercanos, fue una congregación de monjas la beneficiaria de su testamento. Me dejo impresionado el lujo que había, la mayoría de la casa por dentro era de mármol blanco, con una escalera principal digna de película, armaduras, escudos, blasones, cuadros de antepasados… todo aquello te sobrecogía. Viviendas de servicio, cocheras, cuadras y demás dependencias auxiliares se alojaban en un edificio en L. Un jardín a la francesa, cuidado al más mínimo detalle con un velador y dos pozos culminaba la propiedad. Aunque lo que quedó grabado en mi memoria para siempre fue la biblioteca.
     La biblioteca ocupaba toda un ala del caserón, teniendo la misma altura que este, 3 pisos. Sus paredes forradas de estanterías de madera labrada, las escaleras y barandillas de hierro forjado, una gran lámpara de araña, una mesa de escritorio con una silla y un sillón de piel negra. Los lomos de los miles de libros que allí se encontraban era la única nota de color de la estancia. Cerré los ojos e imaginé a D. Crisóstomo sentado en el sillón leyendo plácidamente.
     Corrimos todos hacia el caserón, allí se encontraba ya un gran número de gente entre un murmullo de desconcierto. Se decía que el ama de llaves le había encontrado en la escalera. Montado en el tractor a todo lo que daba y tocando el claxon llego el alcalde con cara desencajada, al rato apareció la pareja de la Guardia Civil en el dos caballos. A su llegada los gritos y los sollozos se incrementaron, algunas mujeres entre llantos tapaban sus caras con los mandiles. Las elucubraciones comenzaron a correr entre todo el mundo, la que más fuerza cogía era que una banda había intentado robar y que al ser descubiertos le habían asesinado. Mi abuela con buen criterio nos llevó para casa, mientras comíamos mi hermano y yo la hicimos mil preguntas a las cuales ella respondía con evasivas, no quería que nos traumatizáramos por aquello.
     Nada más terminar con el postre salimos corriendo hacía el caserón. Seguía habiendo gran cantidad de gente y habían llegado algunos coches más. La imagen era la misma que hace unas horas, cundía el desconcierto y la alarma entre la gente, los chavales estábamos ojiplaticos y asombrados de aquel despliegue. Estaban esperando que llegara el juez para levantar el cuerpo y el trajín de entrar y salir de la casa por parte de la autoridad eras constante. Acompañada de dos números del cuerpo subió el ama de llaves en un coche y se la llevaron.
     Fue pasando el tiempo y cada vez había menos movimiento en la casa, hasta que no llegara el juez no pasaría nada. Los chavales comenzamos aburrirnos de tanta tranquilidad y nos fuimos a las eras, allí al lado, a jugar al fútbol. Desde allí veríamos si sucedía algo y no tardaríamos nada en presentarnos. Bien entrada la tarde vimos llegar un coche por la carretera, al no ser de los habituales salimos todos corriendo, dejando allí hasta el balón.
     Se bajó del coche un hombre alto de pelo blanco y los guardias civiles se cuadraron y saludaron enérgicamente. A paso rápido entro en la casa mientras hablaba con un hombre que debía ser su secretario y con el sargento. El silencio se apodero de todos los que estábamos fuera, no sé si por temor o por intentar escuchar lo que decían, esta segunda cosa imposible. Al rato dos hombres sacaron una camilla con un cuerpo tapado por una sábana, mientras solo se escuchaba algún sollozo perdido.
     Aquella noche creo que durmió poca gente, el miedo a que hubiera una banda de delincuentes por la zona tenía a la mayoría preocupados. Mi abuela saco la escopeta de mi padre y la puso en la cabecera de la cama, con lo menuda que era y que decidida. Yo recuerdo que tardé en quedarme dormido, entre el nerviosismo de lo vivido y el miedo no estaba tranquilo. Sin darme cuenta los ojos se cerraron vencidos por el cansancio.
     A la mañana siguiente desayunamos rápidamente entre preguntas a mi abuela de si sabía enterado de algo más. Salimos como alma que lleva el diablo al caserón, nos llevamos una decepción al no ver a nadie, todo estaba de lo más tranquilo. Me fui al frontón que solía ser nuestro punto de reunión, poco a poco fue apareciendo toda la chiquillería. Cada uno fue contando lo que había oído decir en su casa, solo historias que más tarde veríamos que no tenían nada que ver con la realidad. Así fueron pasando los días, la vida se había normalizado por completo, aunque no se dejaba de hablar del tema.
     Una tarde la noticia corrió como la pólvora por el pueblo, al “Señorito” no le habían matado, se había suicidado. Según contaron, había atado una cuerda en la barandilla del tercer piso y a su cuello dejándose caer por el hueco de la escalera quedando a poca distancia del suelo. Aquello volvió a reabrir el tema, que no se había cerrado del todo, y ahora venían las hipótesis de por qué lo había hecho. Se escucharon muchas, pero realmente no se sabe por qué lo hizo, siendo la más creíbles de todas la que decía que tenía una enfermedad incurable y muy dolorosa.

     Después de aquello todo había vuelto a la normalidad, a ser un veraneo en una aldea castellana, donde las noticias más importantes eran si un granizo había estropeado la cosecha o alguna vaca había abortado. Llego el final del verano, la gente se fue marchando escalonadamente, la tranquilidad que añoraban sus vecinos iba volviendo poco a poco. ©Fer